DE MÉXICO PARA EL MUNDO
En 1938, el puerto de Mazatlán ya era de altura, es decir, podía recibir embarcaciones con grandes cantidades de carga. Así, empezaron a llegar por ahí comerciantes y aventureros de muchas nacionalidades: españoles, filipinos, ingleses, franceses… pero los más numerosos eran los alemanes. Fueron precisamente empresarios alemanes quienes comenzaron a darle una nueva imagen a la ciudad y, por consecuencia, también a su desarrollo cultural.
Uno de los aspectos donde se notó su influencia fue la música: trajeron sus bandas que tocaban “oompah”, un tipo de música caracterizado por su rítmica sección de metales y tambores; incluso, su nombre es una onomatopeya del sonido que producen. Ésta es la música alemana precursora de la música de banda que conocemos hoy.
Con el paso del tiempo, se hicieron kioscos como el de la Plazuela República, en Mazatlán, para todo el pueblo pudiera escuchar la música, y muchos lugareños comenzaron a formar sus bandas.
Se dice que el director de la banda hacía sonar fuerte la tambora para reunir a los músicos, al final dejaba un espacio de tiempo y le daba un solo golpe, lo cual indicaba la primera llamada. Después lo volvía a hacer y tras el espacio de tiempo daba dos golpes más, indicando la segunda llamada. Así hasta la tercera, y entonces todos los músicos ya estaban reunidos.
Ahora, imaginemos está música con la influencia del mariachi y listo, el resultado fueron las primeras bandas mexicanas.
Por supuesto, ahora se ha vuelto un emblema de la mexicanidad y hay muchos temas que se han hecho clásicos a lo largo de los años, como: “India Bonita”, “El Coyote”, “La Culebra Pollera”, “El Quelite”, “El Sauce y la Palma”, “El Caballo Bayo”, “El Toro”, entre muchísimos otros.
Como dato curioso, antes de que le llamaran “música de banda”, se le conocía como “música de viento”; también se les llamó “bandas orquesta”.
Esta última denominación se debía a que la música tocada para la aristocracia de la época incluía instrumentos de cuerdas y sólo se escuchaba en sus fiestas. La banda, al ser tocada por los lugareños, quienes normalmente eran gente de campo, empezó a desarrollar buenos músicos líricos que alegraban a todos y no sólo a unos cuantos.
Fue entonces que nació la tambora, traspasando las fronteras de Sinaloa e incluso de México. Desde entonces, la música acompaña al pueblo en todas sus fiestas, en bodas, en carreras de caballos y hasta en sepelios.